lunes, 5 de mayo de 2014

Palomas Mensajeras (P3)

¿A quién no le ha pasado esto? De repente, te gusta alguien. Sientes como si estuvieras anestesiado, te perturba todo y nada a la vez. Sientes quizá lo que es "estar enamorado" y, de cierta manera, cuando no estás con esa persona los minutos se te hacen horas, las horas días y los días semanas, etc.

Pero, cuando estás con esa persona, todo pasa como un suspiro... Un alegre suspiro...

Por primera vez, nuestra joven sentía esa tortura. Se sentó en su balcón, mirando el atardecer, pensando en todo y en nada.

-Me pregunto- se decía a sí misma -¿Qué cosas pasarán en aquel edificio? Se ve tan solo a la luz del día, tan espantoso en las noches y tan hermoso en el atardecer. Es como si cambiase según se mira. No cabe duda que la belleza es tan relativa, que la vida es tan hermosa, pero que todo parece perfecto cuando se quiere a alguien-.

Tomó su caballete y sus pinturas, aprovechó para captar el momento cuidadosamente. Quería tener un recuerdo de esa noche tan especial, quería matar el tiempo pues odiaba esperar. Poco a poco la hora se fue acercando y los nerviosa la mataban. Todos en la mansión se había dormido ya, cuando una paloma llegó al regazo de la joven:

"Estaré ahí en el momento acordado, My Lady.
Muero por verle nuevamente, escuchar su bella voz, mirar sus profundos ojos verdes,
Sentir sus delicados dedos entrelazados con los míos
será más que un sueño."

Su corazón dio un vuelco de emoción. No podía hacer más que morderse los labios. ¿Esto era amor? ¿Así se sentía estar enamorado y ser correspondido? Era un sensación nueva, grande, tierna, dulce. Cosas que no podía ocultar aunque quisiera, pero no quería.

Tortuosamente, llegó la hora. La luna estaba en su punto más alto, justo sobre el manicomio. Una sonrisa iluminó su rostro, el cual se mantenía mirando hacía al jardín, esperando que su amado llegara.

Una rama crujió y desde abajó una gruesa voz le habló, con anta ternura como pudo -Oh, Diana, oh mi bella princesa Diana, ilumina mi noche cual luna, calma mi dolor con tu rostro angelical, cubre mis faltas ante tus ojos y déjame ser digno de estar ante tu presencia esta noche, puesto que no lo soy.- La joven se sonrojó en la oscuridad. Agilmente él se subió por la decoración de la pared para llegar hasta ese balcón.

Ella sonrió para sus adentros, fuera trataba de mantenerse seria a pesar de su sonrojo -Caballero, le recuerdo que soy una dama, por lo que no está bien que entre en mis aposentos. Mucho menos si estamos los dos solos.- Él acarició el rostro de ella y, sonriendo -Soy Marc y Ud mi princesa- dijo él, arrodillándose  y entregándole un clavel -Una flor para otra flor- ella lo contempló con cariño, era una mirada nueva y la sentía como una mueca, pero era la expresión más hermosa que pudieron dar sus ojos.

Diana acarició las mejillas de Marc y, despacio, fue hasta sus cabellos. Ahí, se dedicó a desatar el nudo de la máscara, la cual cayó al piso de inmediato.

Si bien Marc no era el chico más agraciado de todo el lugar, si era el que ocupaba lugar en el corazón de Diana. Ella lo haló para que se levantase y con cuidado le dio un beso. Más bien, juntó sus labios torpemente con los de él, pues era su primera vez y no tenía idea de qué hacía, estaba nerviosa.

Él rió un poco, entonces ella se sentó en su cama, invitándole. Pasaron el resto de la noche charlando, contándose sus vidas mutuamente. Ella disfrutaba cada segundo de verle hablar. Su voz era gruesa, su boca un poco extraña para ella. Sus gestos eran un poco exagerados, su lenguaje corporal muy radical, su risa muy escandalosa pero a veces muda. La manera en que contaba las cosas la impactaba, ni siquiera su hermano tenía tantas historias que la mantuvieran interesada.

-Verás, actualmente soy un médico. Trabajo en el psiquiátrico. Soy el protegido del Doctor F., pero no siempre fui así, antes era una persona diferente...- él le contó solo algunas cosas, no muy detalladas, de lo que había sido su vida -Entonces- interrumpió ella -Eres como una rata. No son feas del todo y contribuyen mucho con la ciencia. Pero en cierto modo también son viles, malas y demás.- él sonrió -Puede que tengas razón, soy una rata. El amanecer está cerca, debo irme ya.- Ambos se levantaron y ella lo acompañó de nuevo al balcón -¿Volverás pronto?- dijo ella sonrojada, mientras se mordía los labios y miraba rogante. 
Él le sonrió -Cada vez que la luna llena quede sobre el psiquiátrico, yo estaré aquí para posar mi cabeza en tu regazo.- Le pasó una hoja de papel -Léela al amanecer.-


Él se marchó con su máscara en mano, siendo cubierto por los últimos rayos de la luna.


Ella se acostó a dormir, había tenido demasiadas emociones por una noche y prefirió dejar el papel para más tarde. Lo que no sabía era su importancia. Marc era una persona que siempre miraba todo con lógica, fríamente, pero había llegado a sentir un poco de calor en su corazón, la carta ponía:

"Me encanta hablar contigo.
La verdad, te quiero,
Y por primera vez...
No me interesa saber el por qué."


¿Continuará?

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