jueves, 8 de agosto de 2013

Triángulo Traumático

 (P1)                 (Imagen hecha por Coty Santobuono  

Era un atardecer extraño y agitado en ese bosque tan tenebroso y raro, el miedo se respiraba en el ambiente y las ramitas se escuchaban crujir mientras eran pisoteadas por aquel que corría, tratando de escapar a gran velocidad.

De pronto, una macabra voz irrumpe a gritos en el espantoso "silencio" del bosque -¡Ahí está! ¡Atrapenlo a toda costa, es nuestro boleto a la buena vida!-. Los pequeños sonidos de pasos apurados continuaban mientras la lluvia empezaba a caer en aquel recién nacido anochecer, causando grandes lodazales en aquel viejo y olvidado camino. 

Gracias al lodo y la oscuridad el camino se había vuelto muy traicionero y, el pequeño niño que corría para escapar, cayó. -Ay.- Dijo en un pequeño quejido, tratando de no revelar del todo su posición otra vez, pero era tarde, el lodo había dado la posibilidad de crear huellas y sus captores estaban sobre su pista de nuevo. Trató de levantarse, pero su cuerpo no se lo permitía. Estaba cansado física y espiritualmente, ningún humano podía resistir tanto abuso y maltrato, y mucho menos un pequeño de tan solo 7 años. Pensó en sucumbir ya, ¿no valía? No, en su mente no había espacio para imaginar la vida otra vez... Se rindió y dejó morir lentamente la llama de aquel fuego que lo había impulsado a escapar.

El frío aire le penetraba los huesos mientras yacía en ese charco enorme de lodo. Sintió ser cargado y una voz gruesa y torpe gritaba -¡Jefe! ¡Ya lo tengo!- "Efectivamente..." pensaba el pequeño "...Me tienes..." y perdió el conocimiento.

Fue llevado por sus captores a una casa vieja y abandonada, donde abusaban de él en toda manera imaginable... Día tras día durante un mes fue lo mismo, así que una vez más lo pensó, las esperanzas de escapar renacieron en su interior y se dijo a si mismo "Este es el día, no volveré a este asqueroso lugar... Mamá... ¡Mamá espera por mi!". Empezó poco a poco a romper la frágil cuerda restregándola contra la silla hasta que estuvo casi rota, solo debía esperar la oportunidad perfecta y escapar.

Esa noche, mientras los otros dos salían dejaron al tercero, y más tonto, a cargo de vigilar al pequeño. "Es mi oportunidad" se dijo a si mismo, entonces empezó a hablar con el secuestrador -Esto... Disculpe...- dijo, con su angelical voz. -¿Qué quieres?- Respondió duramente su captor. -¿Podría... Podría darme un poco de agua?- El tipo grandote lo pensó muchísimo pero ¿qué daño podía causar darle un poco de agua a un niño? -Esta bien, iré por el agua- Era la oportunidad perfecta, así que cuidadosamente bajó la cuerda y salió por la puerta. Esta vez no seguiría el sendero, sino que se adentraría al bosque y así lo hizo. Para cuando el tipejo volvió a la habitación donde lo tenía amarrado ya no había nada. 

El secuestrador siguió las huellas del sendero, estas lo llevaron a la ciudad, pero era el rastro de sus compañeros, no del niño.

 El pequeño campeón llegó a una cabaña en medio del bosque, perteneciente a unos amables ancianitos, y tocó la puerta. Una dulce anciana salió y se sorprendió al ver eso -¡Oh Santo Cielo!- exclamó la anciana -¡¿Qué hace un niño como tú en un bosque como este?! Mmm... Mírate, eres un desastre ¿te gustaría pasar?- Ya ahí el pequeño se sintió a salvo y pidió llamar a casa, fue entonces cuando la ancianita le preguntó -¿Cuál es tu nombre pequeño?- y él, ya más seguro, respondió -Me llamo Damian-.


                                                                                            Continuará...

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